A diario, toxinas, sudor, contaminación ambiental, residuos de cosméticos que utilizamos,… se acumulan en la superficie de nuestra piel taponando nuestros poros e impidiendo la transpiración, oxigenación y la regeneración epitelial; procesos naturales y necesarias para tener una piel sana y equilibrada. Esa suciedad, puede almacenarse en los poros formando puntos negros, que al infectarse e inflamarse, se transforma en granitos. También se acumulan las células a punto de descamarse, en la superficie de la piel, haciendo que ésta pierda su buen tono y su luz.Es fundamental, por tanto, deshacernos de esas células muertas, sebo, sudor y residuos del producto que hayamos utilizado la noche anterior, realizando una buena higiene diaria, adaptada al tipo de piel, al comenzar el día.Por la noche no es menos importante; mientras dormimos, nuestro organismo (y por ende nuestra piel) se regenera paulatinamente a nivel celular. Además, la piel limpia permite que penetre y se absorba mejor nuestra cosmética, que sea más efectiva y tenga efectos visuales en menos tiempo.Una limpieza diaria debe ser suave y apropiada para cada tipo de piel. Por que no todas la pieles son iguales y por lo tanto cada una tiene unas necesidades diferentes y reaccionan de forma distinta al mismo producto.
De forma puntual, sí es recomendable realizar una exfoliación mecánica (a través de algún producto scrub, siempre y cuando no haya acné) que limpie en mayor profundidad. Con dos o tres veces al mes suele ser suficiente.

El producto de higiene diaria,debe ser suave y respetuoso con la piel, con los tensioactivos (jabones) adecuados, para que no reseque ni produzca efecto rebote (aumento de la producción de sebo por retirada en exceso).
A veces, la causa de la sensación de tirantez y sequedad en la piel, no es debida a la cosmética hidratante, sino al jabón, que puede desequilibrar nuestro manto hidrolipídico o barrera protectora de la piel, cuando es más agresivo de lo que debiera.