El Sol, un arma de doble filo


La luz solar es imprescindible para la vida. Aporta muchos beneficios para la salud, entre los que destaca por ser la principal fuente de Vitamina D. No obstante, un uso indebido de la misma supone grandes riesgos, ya que a largo plazo puede llegar a desarrollar importantes enfermedades como el cáncer de piel; además de favorecer el envejecimiento prematuro, alteraciones de la pigmentación y eritemas o quemaduras solares.

Por ello, debemos aprender a cuidar y proteger nuestra piel para disfrutar de todos los beneficios que aporta y dejar a un lado sus efectos perjudiciales.

 

 

ANTES de la exposición solar


Comienza a preparar tu piel entre 10-15 días previos a la exposición solar, desde varios frentes distintos.

       #1 Incluye en tu dieta alimentos ricos en antioxidantes y betacarotenos, como el tomate o la zanahoria; ya que son precursores de la Vitamina A, la cual favorece el bronceado. Los cítricos como la naranja, el limón o el kiwi son una fuente de Vitamina C; que se encarga de fortalecer y proteger el sistema de defensa de la piel. Así mismo, las ‘’grasas buenas’’ presentes en alimentos como el aguacate, el aceite de oliva o las nueces, frenan la acción de los radicales libres.



 

      #2  Mantener un buen grado de hidratación es fundamental para protegerte de forma eficaz, ya que los protectores solares penetran mucho mejor cuando se aplican en una piel debidamente hidratada; y obtendremos un bronceado mucho más uniforme y duradero.

        #3 La foto-protección oral es una buena forma de prevenir los daños inducidos por las radiaciones UV gracias a su acción antioxidante, y la activación que ejercen sobre los melanocitos. OJO, se trata de una medida complementaria (y no sustitutiva) de los foto-protectores tópicos.

        #4 Los tratamientos médicos que combatan el deterioro fisiológico de la piel te ayudarán a tener la piel más protegida y preparada para enfrentar las agresiones de la luz solar. Por ejemplo: el tratamiento de carboxiterapia, combinado con la infiltración de dispositivos médicos de colágeno, dará el apoyo necesario a tu piel para contrarrestar los efectos nocivos del sol; al mismo tiempo que lucha contra los signos más evidentes del envejecimiento. Consulta con tu médico para un asesoramiento personalizado.



 

DURANTE la exposición solar


Debes tener en cuenta que:

       #1 Para no someter la piel a una agresión excesiva, exponte al Sol de forma gradual. Empieza por unos 10 minutos al día, evitando siempre las horas de máximo riesgo.

      #2 El maquillaje o cremas con filtro solar (SPF) NO puede sustituir al foto-protector a la hora de someternos a una exposición solar directa. En estos cosméticos, la protección es simplemente un elemento más; mientras que los foto-protectores están formulados para proteger la piel de una exposición solar más intensa, por lo que resisten mejor las altas temperaturas, la sudoración y/o el agua.

       #3 Asegúrate de cubrir bien todas las zonas del cuerpo con el foto-protector. A menudo olvidamos algunas de ellas como orejas, corvas de las rodillas o empeines; de las que nos acordamos cuando ya es demasiado tarde.

       #4 Protégete siempre. Incluso cuando el día este nublado, el 80% de los rayos UV atraviesan las nubes y llegan hasta nosotros.

       #5 Renueva el protector pasadas 2 horas desde su aplicación, y siempre después de cada baño; ya que, incluso si es resistente al agua, es inevitable que en estos casos se pierda un poco de su acción protectora.

 

DESPUÉS de la exposición solar


Refresca y regenera tu piel: Una ducha corta y con agua fresca ayudará a aliviar y descongestionar nuestra piel después de la exposición al Sol. Además, tener nuestra piel expuesta favorece su tendencia a secarse, por lo que después de nuestro baño de sol debemos actuar para devolverle su grado de hidratación con la aplicación de after-suns o lociones hidratantes regeneradoras.